Los cazadores de decibelios
Luis Boullosa - La Razón
http://www.larazon.es/47364/noticia/Madrid/Los_cazadores_de_decibelios
Ocio, negocio y descanso vecinal. Tres derechos cuya convivencia es siempre conflictiva. Erradicado el botellón casi por completo , el eterno problema de «los ruidos» pervive para los vecinos, sobre todo para aquellos que viven en las zonas como Lavapiés,
El Ayuntamiento de Madrid ha puesto en marcha hace apenas tres meses unas nuevas patrullas de control de ruido compuestas por policías municipales y técnicos de
Agentes expertos
El sargento Losada , de la comisaría de Centro, dirige uno de estos grupos. Lleva casi tres lustros en
A partir de las diez y media de la noche de los jueves, viernes y sábados comienza el baile (otros inspectores del área de Medio Ambiente actúan también durante el día). Llamada a la emisora. Un vecino de Malasaña se queja reiteradamente de que el suelo vibra y la música se oye pese a las ventanas aislantes recién instaladas. La insonorización del techo del «Parquímetro», el bar que tiene justo debajo, no parece ser suficiente para la «caña» que ha decidido imponer el pincha.
«Es un problema generalizado», explica Losada, «excepto en las grandes discotecas que han hecho mucha inversión y suelen insonorizar bien. Los bares y pubs no se gastan lo suficiente, sobre todo en los techos».
Sin embargo «cazar» a los infractores es difícil. Ya en el lugar, dentro del piso, no se aprecian las citadas vibraciones, sólo un lejano soniquete de Rock&Roll.
Un límite de treinta
Los decibelios registrados por el medidor en el dormitorio, donde las normas sobre ruidos son más exigentes que en un baño o un salón, por razones obvias, no superan ni de lejos los 30 decibelios, a partir de los cuales se empieza a considerar que puede haber infracción. Puede que, sencillamente, el portero del local se haya percatado de la caravana de policías de paisano y periodistas adosados que subían por el portal contiguo y haya bajado el volumen.
Mas suerte tiene, una hora después, Wenceslao, que ha llamado por un caso similar. Los ritmos tropicales del «Candomble», el garito de abajo, no dejan que su mujer, ya mayor, y su hijo, peguen ojo hasta las tantas. Finalmente las laboriosas mediciones le dan la razón por los pelos.
El sargento baja entonces, se identifica, pide que se pare la música del local donde unos veinte treintañeros se entregaban en cuerpo y alma a la bachata y las caipiriñas, y se procede a una segunda medición del ruido, una especie de «blanco» con el que contrastar si lo del bar era demasiado o si es que esa calle, de por sí, ya excede el máximo permisible en zona residencial, en cuyo caso, por lógica, no habría nada que castigar.
La cosa queda en un parte que podría dar lugar, como mucho, una vez analizado por los técnicos pertinentes, a una falta leve. Le costará al bar 600 euros, pero las multas en casos graves pueden ser millonarias.
Toca después un particular de Lavapiés que tiene el aparato de música a todo lo que da. El «house» lleva machacando a los vecinos un par de horas y, dicen, «cada día es así». Pero de nuevo, el alborotador ha bajado los decibelios cuando llega la patrulla.
La segunda más alta
Cada actuación puede llevar perfectamente unos cuarenta minutos. Se realizan cinco mediciones de sonido y se registran también las frecuencias de bajos y otros ruidos que son difícilmente perceptibles, pero que afectan, de manera digamos «subliminal». La medición que vale no es la más alta, sino la segunda más alta. Así lo dice la ley. Y así se hace. Casi siempre se actúa a requerimiento de los vecinos. «El problema es que muchos luego no quieren denunciar, solo que vengamos y arreglemos el problema, y así no se soluciona nada de verdad», asegura uno de los agentes.
También hay casos en los policías pueden actuar de oficio. Cerca de la plaza de Santa Ana, la puerta de un hotel exhibe dos altavoces de los que sale música. «Luego pasaremos y haremos una medición», sentencian los hombres del sargento Losada que nos explican que hay bares que acumulan reiteradas denuncias, puntos calientes a los que hay que pasar revista más a menudo. Asimismo, cada local de centro tendrá al cabo del año su preceptiva visita para comprobar que cumplen la normativa de ruido .
A las siete de la mañana, después de unas diez intervenciones de media, el grupo se retira a por un merecido descanso. No siempre faltan los problemas, y los encontronazos con dueños de bares o, simplemente, borrachos faltones, son habituales, pero se llevan con eficacia y profesionalidad, que es, al cabo, lo que se le pide a un cuerpo acostumbrado al cara a cara como
Las patrullas antirruido trabajan a golpe de sonómetro .
Más de doce locales cerrados
http://www.larazon.es/47366/noticia/Madrid/Las_patrullas_antirruido_trabajan_a_golpe_de_son%F3metro
Desde que empezaron a funcionar estas patrullas, el pasado 19 de abril, en menos de un mes ya habían inspeccionado un total de 31 establecimientos de ocio sólo en el distrito Centro. En principio los agentes se centraron en los establecimientos de la zona Aurrerá, especialmente molesta, donde se han cerrado ya más de doce locales y se han instalado micrófonos en el exterior de las viviendas para medir el ruido.
Los músicos callejeros no podrán superar los cinco decibelios
El Ayuntamiento de Madrid está en plena campaña contra el ruido. A los miembros de las big bands callejeras que «excedan en más de cuatro o cinco decibelios el ruido ambiente» se les retirarán sus instrumentos.
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