sábado, 13 de octubre de 2007

Sábado 13 de octubre de 2007

Mediterráneo

LA VALL D´UIXÓ.NO SON POCOS LOS GRUPOS DE JÓVENES QUE TOMAN ALCOHOL EN LOS ALREDEDORES DE ALGUNAS DISCOTECAS.

Los vecinos del Carmaday denuncian el botellón que sufren en fin de semana

Este malestar también se repite entre las personas que están viviendo en la plaza del Mercat y el Parc.La edila de Seguridad asegura que la Policía Local ya está patrullando junto a estos lugares de ocio.

13/10/2007 LORENA GARCÍA

http://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/noticia.asp?pkid=329362

Los vecinos de la zona del barrio Carmaday y otros puntos como la plaza del Mercat o la del Parc han mostrado su malestar por la habitual concentración de grupos de jóvenes que realizan botellón todos los fines de semana.

La concejala de Seguridad, Elena Vicente Ruiz, reconoció que de un tiempo a esta parte se han registrado llamadas de varios vecinos del municipio comunicando su descontento a causa de los ruidos que se producen a altas horas de la madrugada por grupos de jóvenes. "Esta situación se está repitiendo en varias zonas de la localidad, pero ya tenemos a la Policía Local patrullando en los alrededores de los lugares de ocio, y se está reforzando el número de agentes en fin de semana para evitar altercados, especialmente en los puntos cercanos a las discotecas", explicó.

En el caso del barrio Carmaday, las quejas de los vecinos se vienen registrando desde hace mucho tiempo. Hay que tener en cuenta que esta parte de la Vall es una de las que está más alejada del núcleo urbano y, además, se encuentra muy próxima a un polígono industrial donde se concentran varias discotecas. Allí, los viernes y sábados se da cita gran parte de la juventud del municipio y también del resto de la comarca.

Además, y ante la mayor presencia y control policial, algunos de los grupos que organizan botellones en esta zona se han desplazado más hacia el interior del barrio, donde se están construyendo nuevas viviendas. Esta situación ya ha provocado las primeras alarmas entre los vecinos que se acaban de instalar allí.

Otra zona en la que también se han detectado varios problemas y que está próxima a otro punto con locales de ocio es la situada en el mercado municipal, "donde la gente no solo se han quejado en varias ocasiones del ruido, sino también de la basura que se encuentran a la mañana siguiente", puntualizó la edila.

MEJORAS EN JEFATURA Asimismo, Vicente dijo que la plantilla policial, en la actualidad y en relación a la población con la que cuenta el municipio, "es escasa, por lo que a partir del año próximo tenemos que trabajar para aumentar el número de agentes y así contar con mayor presencia". La concejala considera que, de este modo, se contribuirá a poder reducir este tipo de actuaciones, entre otros aspectos.

Revisarán la ordenanza para reducir ruidos de las motocicletas

13/10/2007 La Vall d’Uixó

La concejala del Partido Popular, Elena Vicente Ruiz, ha querido hablar de los ruidos que sufren los vecinos en fin de semana y lo ha hecho para explicar que van a estudiar la actual ordenanza de convivencia ciudadana para así modificar algunos de sus aspectos. El objetivo es reducir, en la medida de lo posible, la contaminación acústica que producen los ciclomotores, que es con lo que se suelen desplazar estos grupos de gente joven.

El País

Ciudadano 'botellón'

RAMÓN REBOIRAS 12/10/2007

http://www.elpais.com/articulo/Galicia/Ciudadano/botellon/elpepuespgal/20071012elpgal_7/Tes

La imagen del alcalde de A Coruña en procesión asediado por el ruido de las cacerolas de los airados vecinos del centro de la ciudad, pero sobre todo el espectáculo bochornoso del campus universitario de Compostela y de la Alameda parecido a un saqueo de los hunos después de la apertura del curso universitario, me ha hecho pensar mucho antes de decidirme a escribir estas líneas contra el botellón. No suelo estar contra del movimiento juvenil, ni siquiera cuando ocupa propiedades en las que crea alternativas al decreto sumario de los bancos y de la especulación; no suelo estarlo cuando exige sus legítimos derechos a una educación universitaria digna, ni un primer empleo estable, ni siquiera cuando protestábamos contra la cruda imposición de vestirnos de militares y cumplir con el infausto deber patriótico, pero me saca de mis casillas contemplar de unos años acá esas plazas devastadas tras una noche de furibundas mezclas de orines y canciones de guerra, me saca de mis casillas el bum-bum de los estéreos en los coches y las ambulancias corriendo a favor de aquellos a los que el coma alcohólico ha situado a un paso de la UVI. Me pregunto dónde quedan todos aquellos sueños de la contracultura cuando la calle era una fiesta y un espacio donde no cabían los vidrios rotos ni los tetrabik arrugados ni siquiera los condones resecos, donde nadie esperaba que el padre Estado recogiera las sobras del banquete y las mangueras regaran la batalla.

Luchábamos por la conquista del espacio y tal vez del aire, luchábamos por una diferencia que la juventud lleva intrínseca y por la falta de retórica en casi todo: el alcohol, las drogas, el sexo, el rock eran aliados en ese viaje al fondo de la noche en la que entregábamos nuestro hígado y nuestro corazón pero ayudábamos a recoger la fiesta cuando, como en casa de los amigos, uno se ofrece gentilmente a llevar los cascos al contenedor o a meter los platos en el lavavajillas. Puede parecer reaccionario o cosa de la edad, pero ni mis hijos en edad de kalimocho y de kale borroka me podrán convencer de que no estamos dañando el medioambiente, arrastrando por los suelos toda esperanza en el reciclaje, desprestigiando un espacio público que construimos todos, dilapidando una salud de que cada uno es dueño y administra como quiere, pero que no debe tener como objetivo la noche del viernes y el coma etílico...

No quiero sentirme como el predicador en el púlpito (hay demasiados ya) ni como el tertuliano de la radio que brama contra todo y contra todos, sino por una vez sentirme solidario con aquellos miembros de la policía municipal que luchan contra la montaña de oficiantes y las toneladas de basura, en pro de aquellos que asisten como los padres hace muchos años apostados a un lado del baile para cuando la orquesta acababa llevar a sus hijos a casa...Luego está la larga secuela de accidentes de carretera, pero no vamos hablar de esta sangría que provoca más muertos que una guerra, sino limitarnos a los destrozos que este comportamiento ocasiona aún en aquellas áreas que los munícipes han previsto para tal oficio, esos inmensos botellódromos cuya idiosincrasia de abrevadero compite y pierde la vergüenza en comparación con cualquier campamento de refugiados kurdos.

Hasta aquí la rabia (los hay que llevan su bolsa y recogen los enseres) de estar arrojando más mierda en este dichoso planeta al que le sobra ya por todas partes, y hasta aquí también la reacción de muchos jóvenes que pensarán que estas líneas son fruto de un mal trago. Yo que he estado en el barrizal del Festival de Woodstock en 1994 (el más grande de la historia) o en las protestas contra el FMI en Praga (de las más violentas) puedo dar fe que estaba mucho peor el campo de batalla de la Alameda de Santiago. Lo que aquí nos cuesta creer, el quid de la cuestión, es que haya alguien, por joven que sea, que aún piensa que puede esparcir su fiesta por la calle que ya vendrán unos trabajadores de la limpieza a recogerlo. La borrachera sigue siendo un acto estrictamente privado, pero el suelo que pisamos ese es de dominio público.


El Correo Gallego

Padres sin competencias

CARLOS LUIS RODRÍGUEZ

http://www.elcorreogallego.es/index.php?idNoticia=219683

Según propia confesión, el alcalde de Lugo se topó con la cruda realidad caminando por la ciudad el domingo pasado. A eso de las diez de la mañana, se cruzó con un grupo de chavales que volvían a sus casas tras una noche de botellón. El regidor quedó horrorizado al ver cómo iban, y seguramente ellos se asombraron también al encontrarse con alguien sobrio.

Total, que de este encuentro en la tercera fase de la borrachera nocturna surgió una iniciativa de don Clemente que básicamente consiste en que los padres hagan de padres y acompañen a sus hijos a una de estas borracheras multitudinarias. ¿Por qué sólo los padres? También podrían ir los concejales, los conselleiros y diputados, el presidente, el delegado del Gobierno, jueces, fiscales, todos los que tienen alguna competencia relacionada con el asunto.

Que vayan los progenitores está bien, siempre y cuando se proponga a continuación que recuperen esas competencias que han ido perdiendo en relación con sus hijos. Muchos hijos han dejado de ser incluso comunidades autónomas, para actuar como estados libres asociados con cupo y derecho a dormirla. Lo de Ibarretxe está seguramente inspirado en ellos.

Irán los viejos al botellón como exploradores que se internan en un lugar desconocido, se llevarán las manos a la cabeza y volverán resignados a casa. ¿Qué pueden hacer? Son víctimas de una cultura que penalizó cualquier autoridad tachándola de autoritarismo y que exalta cualquier cosa que hagan los jóvenes, como una expresión de libertad. Fabricamos entre todos una chavalada sin conciencia social, y ahora sólo podemos ir a contemplar las consecuencias.

En esa cultura que se refleja en la publicidad o en las series de televisión, los chavales sufren, o disfrutan según se mire, lo que los sociólogos y psicólogos llaman anomia. No rules, dice uno de los anuncios dirigido a este público. Sin normas, porque las normas son por definición conservadoras, y sólo afectan a los mayores.

En esa cultura que está en la raíz del botellón se tergiversa la idea de la solidaridad y el compromiso social, al focalizarlo en cosas abstractas o lejanas. El vecino que ha de pasar las noches en vela, y limpiar por la mañana el portal de orines y vómitos, es menos digno de solidaridad que una especie animal acosada por el desarrollismo.

A la anomia imperante en algunos sectores del mundo juvenil, se une la confusión del mundo institucional, cuyos portavoces sólo son capaces de hablar de difusos pactos cívicos, pura artimaña para ganar tiempo. Nadie es capaz de aclarar quién es competente para evitar que la borrachera colectiva se apropie de espacios públicos. Hay una profusión de organismos que a la hora de la verdad se esconden.

También a ellos hay que decirles que salgan a la calle y contemplen lo que ocurre por la noche en lugares donde queda suspendida cualquier ley, ordenanza y autoridad. Es grave que muchos padres sean para sus hijos como extraterrestres, pero aún es peor que los responsables políticos abdiquen de sus competencias, o se las pasen unos a otros como una patata caliente.

No sabemos cuándo se iniciarán estas expediciones paternas a las selvas de botellón, con don Clemente en plan Livingstone. Serán una nueva experiencia para padres enterados de lo que ocurre en Darfur, e ignorantes de lo que hacen sus hijos noctámbulos ahí al lado. Que hablen con ellos, aunque de poco servirá con administraciones que militan en el abstencionismo.

El Día

Miguel Ángel Guisado

"Homo Energúmenis"

http://195.55.52.1/2007-10-13/vivir/vivir11.htm

HACE TAN SÓLO unos días, una mujer joven increpaba educadamente desde la primera planta de un edificio a un melómano urbano, nueva especie de involución humana. Lo cierto es que el motivo de su actuación nos quedaba claro a todos los que existíamos en un radio de unos doscientos metros del lugar del suceso. Como no podía esperarse de otra manera, el ínclito aficionado a la música contestó de forma grosera y soez a la insensible ciudadana que, humildemente, clamaba por su derecho a la percepción de menos decibelios. Por favor, tan sólo unos menos.

Y es que, de poco a esta parte, la generosidad musical hace gala y brilla en nuestras ciudades. Que levante la mano quien no haya sido arrollado en el interior de su vehículo por las ondas sonoras lanzadas desde un coche que está dos o tres posiciones más atrás en la cola de un semáforo. Que haga una señal aquél que no haya tenido que elevar el volumen de su voz en la calle, cuando es barrido por el "efecto doppler" del reggaeton en movimiento, normalmente vertido a raudales desde un cochecillo negro con cromados, barato envoltorio del auténtico valor musical que esconde. Tenemos que subir nuestra radio, tenemos que subir el volumen del televisor, tenemos que taparnos los oídos.

Porque esta gente que se place de oír la música con una intensidad insoportable hace gala de una generosidad que raya la total renunciación. Les gusta que sepamos que ellos escuchan esa música, y la comparten con nosotros, y nos fuerzan a oírla a nuestro pesar, regalándonos su brutalidad acústica.

El suceso que abrió este episodio fue también singular: llegó el paquete rodado que contenía un potente equipo de música, siempre, ya sabemos, con las ventanillas bajadas, derramando exquisitez. El sujeto se apeó de su vehículo, dejó puesto el vandálico sonsonete en doble fila, y entró en una tienda, arrastrando tras de sí un halo musical que cubrió con una espesa manta unos cientos de metros. El hombre quería seguir oyendo su musiquilla. Y sólo una persona protestó, atónita, al sentir invadida la intimidad de su hogar con un intangible tan hortera como perturbador. El incívico elemento, acostumbrado en su educación a no respetar la paz ajena, no contento ya con la molestia suscitada, respondió de la manera esperada, la que ustedes están pensando. ¡Qué indefensión nos asiste!

Ahora imagínese que usted denuncia al agresor sonoro. Y que tiene pruebas, claro. Y que éste sabe de dónde proviene la acusación. Sabe dónde vive. Imagínese la represalia: ese funesto cochecillo paseando lentamente por delante de su casa con los bajos haciendo temblar los muebles un día tras otro, en horas intempestivas, a hurtadillas de la policía. Bueno, mejor no denunciar. Esta gente es así de previsible en su vil comportamiento. Nos queda aspirar a que el azar lleve por otras calles a estos energúmenos, y que nuestro gobierno municipal dé orden expresa de perseguir y amonestar estos malos hábitos cada vez más frecuentes.

Y ya que hemos de oír por obligación estas músicas regaladas a raudales por esa pequeña pero molesta panda de cafres desconsiderados, esperemos que a nuestras autoridades también les suene el mensaje, y que esto les despierte la conciencia para actuar. Mejor despertador no podrían tener. Con pequeñas voluntades empujando en este sentido podremos limpiar algo más nuestras ciudades de la contaminación que, no nos olvidemos, también nos entra por los oídos.

¿Subo el volumen de esta proclama?

ma.guisado@hotmail.com



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