viernes, 11 de septiembre de 2009

Viernes 11 de septiembre de 2009

 

Vecinos de Juan Llorens piden el inmediato control del ruido

La Asociación de Vecinos Arrancapins-La Petxina presentó en el registro de entrada del Ayuntamiento de Valencia un escrito en el que se exige la "inmediata aplicación" de la medida cautelar aprobada por la Junta de Gobierno de 19 de junio por la cual se ha controlar la contaminación acústica en la zona de Juan Llorens.

Diario Crítico CV – 10-09-09

Según el colectivo, esto no supone solamente la vigilancia puntual de las horas de cierre de los locales de ocio y de la recogida de las mesas y sillas de las terrazas, sino el "control continuado durante todo el horario de apertura de los locales, mediante una presencia suficiente de agentes, del comportamiento de la gente en la calle, no permitiendo actitudes incívicas, gritar o vociferar en horario nocturno".


Los residentes denuncian especialmente que durante el mes de agosto, cuando las altas temperaturas obligaron a abrir las ventanas, ha habido una "total impunidad" de estos hechos, sin ninguna atención especial pese a tratarse de una Zona Acústicamente Saturada (ZAS).


Finalmente, los vecinos advirtieron de que la próxima medida que se va a implantar, el corte del tráfico, será "totalmente ineficaz si no se controla el ruido producido por la gente en la calle".

SOCIEDAD | Les responsabiliza de la falta de valores

El Defensor del Pueblo culpa a los padres de episodios como el de Pozuelo

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Atlas

  • 'Algunos [padres] serán más culpables que otros', asegura Enrique Múgica
  • Aboga por un diálogo 'nacional' de los sectores implicados en la educación
  • Cree que tutear a los profesores es una falta de respeto

Agencias | Madrid – El Mundo -  10/09/2009

El Defensor del Pueblo, Enrique Múgica, responsabilizó a los padres de la falta de valores y de disciplina que llevan a los hijos a protagonizar episodios como el registrado recientemente durante las fiestas de la localidad madrileña de Pozuelo de Alarcón.

Tras su comparecencia ante el Pleno del Congreso de los Diputados Múgica dijo que "algunos serán más culpables que otros" de la pérdida de valores. Tras criticar que los jóvenes han de tener la "racionalidad suficiente para saber divertirse sin molestar ni atacar a los demás", depositó la responsabilidad en los padres y en las familias y, "en menos grado", en los profesores.

El Defensor del Pueblo cree que la falta de autoridad de padres y profesores está en el origen de comportamientos como "el botellón" y cuando, por ejemplo, se permite "el tuteo" a los maestros se está abriendo el camino a "la falta de respeto".

Hay que "mantener" la autoridad, subrayó Múgica, que dijo recibir quejas de diferentes localidades de España a causa del "botellón" e "imponer" una disciplina "totalmente alejada del autoritarismo".

Para Múgica, la sociedad democrática actual tiene todavía pendiente "aprender" la diferencia entre "libertinaje y libertad" y abogó por promover un gran diálogo "nacional" de todos los sectores implicados en la educación, incluido el Parlamento, "para ver a dónde vamos a llegar".

El Defensor del Pueblo recordó que cuando él era un niño los padres aceptaban las reprimendas y castigos que los profesores imponían a sus hijos por mal comportamiento, pero ahora, afirmó, "hay muchos padres" para quienes "parece que el profesor es culpable de lo que hace el alumno y, a partir de esa actitud, todo es posible".

Reforzar la autoridad del profesor

El sindicato de profesores (ANPE) y la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos (CONCAPA) han subrayado la importancia de reforzar la autoridad del profesor ante los alumnos y la sociedad en general. Las dos organizaciones educativas han coincidido así con Múgica.

ANPE ha destacado que durante los últimos años su servicio de Defensor del Profesor ha alertado del "progresivo deterioro de la convivencia en los centros educativos" y por ello pide que se reconozca la autoridad pública del docente en el ejercicio de su función.

Esta organización ha asegurado que "reforzar la autoridad del docente, que no tiene nada que ver con la arbitrariedad ni el autoritarismo, redunda en beneficio de los propios alumnos y las familias". Además, ha recordado que el fiscal general del Estado ha dado instrucciones para que se consideren como atentado contra la autoridad pública todas las agresiones e intimidaciones que se comentan contra los docentes. "La sociedad debe valorar la autoridad que emana de la propia dignidad del trabajo docente y debe reconocer la autoridad magistral del profesor y el respeto que se debe a sus decisiones académicas", han añadido los profesores.

Por su parte la CONCAPA ha señalado que "la relación entre el profesor y alumno no es de igual a igual; el profesor exige y ordena, y el alumno debe obedecer, pero la autoridad no debe confundirse con el autoritarismo, pues la primera se gana con buen trabajo".

Han considerado que para conseguir el respeto entre alumno y profesor es "esencial la autoridad del docente y el reconocimiento social de la misma". Esta organización de padres también ha solicitado a las autoridades educativas alcanzar una mayor disciplina y autoridad en las aulas del sistema educativo español.

Vidas.zip - por Lorenzo Silva RELATOS |

Los pijoborrokas

| El Mundo

| El Mundo – 10-09-09 - Lorenzo Silva* |

Con la regularidad que en él era norma de vida, Ernesto bajó a tirar la basura. Siempre lo hacía a la misma hora, y aunque el pueblo andaba algo alborotado por las fiestas patronales, a las once en punto, ni un minuto antes ni un minuto después, se fue hacia el cubo, anudó la bolsa y cogió las llaves. La manía del orden la había desarrollado durante una larga vida de trabajo, levantándose siempre a las 6.30 de la mañana y haciendo las sucesivas pausas, desayuno, comida y cena, también a horas fijas. Había aprendido a jalonar así los días para sacar el mejor partido a los espacios de labor que le quedaban en medio, y en los que había tenido que rendir sin desmayo. Ernesto se había ganado a pulso la condición de 'productor' que se adjudicaba a los trabajadores en la jerga antigua. Ahora estaba jubilado y ya nada producía, pero conservaba la disciplina porque había descubierto que era buena para el cuerpo y para la mente.

Por eso, no pudo sino ver con cierto desagrado a los chavales que a esas horas se congregaban en torno al que parecía ser su espacio favorito: la explanada del botellón. Ahí se pasaban las noches festivas, empapuzándose de alcohol y turbando el sueño de los vecinos. El suyo, por suerte, no demasiado. Si se acostaba a su hora, y siempre lo hacía, seguía quedándose al instante como un leño. Y más desde que había enviudado y en la cama no había otra cosa que hacer.

Ernesto dejó la basura en el contenedor y cuando regresaba hacia su casa observó algo extraño. Empezaban a acudir coches de policía y el griterío de la multitud iba aumentando de volumen. Entre el tumulto y el ruido de las sirenas, acertó a oír algunas imprecaciones. Supuso que alguno había bebido de más y había molestado a la chica de otro, o que el que había bebido de más era el de la chica y se había imaginado que otro la molestaba. Cuesta bien poco que se arme, cuando se impregna en etílico una mente inmadura.

Pero pronto vio que era algo más. El resto del espectáculo lo contempló desde su terraza, como todos los vecinos del edificio. Una verdadera batalla campal entre policías y botelloneros, a la que acabaron acudiendo los antidisturbios después de que los niñatos (pocos como los que allí había daban tan pleno sentido a esa palabra) incendiaran un vehículo policial.

Ernesto había asistido a otros tumultos, en su juventud. Tampoco entonces había participado en ellos, lo que le había valido la recriminación de alguno. Pero es que Ernesto siempre receló del follón, y más cuando lo promovían aquellos a quienes menos acuciaban los problemas. Siempre tuvo la sensación de que para esa gente, enfrentarse a los sufridos peones de brega del poder era otra de sus aristocráticas formas de diversión. Y bien que lo habían probado algunos, que empezaron en la barricada para terminar en el consejo de administración y el coche con chófer.

Al día siguiente, escuchó en la radio las declaraciones de uno de los 'pijoborrokas', como ingeniosamente los llamó un periodista. Daba un motivo para su rebelión: "Es que no nos dejan divertirnos". Y al oírlo Ernesto pensó que estos niñatos de ahora eran en algún aspecto mejores que los de su época. Al menos ellos, andando el tiempo, no iban a traicionar ningún ideal.

MONCHO ALPUENTE

La batalla de Pozuelo

MONCHO ALPUENTE 09/09/2009

El País – 09-09-09

Refiere una fábula mitológica que el dios Baco, en uno de sus paseos por el campo, quedó prendado de una planta diminuta y para protegerla y favorecer su crecimiento la plantó en un hueso de pájaro, pero la planta, agradecida, creció de tal forma que al poco tiempo el dios hubo de trasplantarla a un hueso de león y más tarde a una vértebra de asno. La planta era la vid y los tres huesos representan los tres estadios de la ebriedad. El bebedor, con los primeros tragos, gorjea alegre como un pajarillo, luego se siente poderoso y ruge como una fiera para terminar rebuznando como un burro. Doscientos jóvenes asnos se desmadraron en las fiestas de Pozuelo creyéndose leones y se llevaron por delante en su estampida el mobiliario urbano y las buenas costumbres. A los borriquillos adolescentes les habían estabulado en un parque público, en una zona acotada y habilitada para que triscaran a sus anchas sin molestar demasiado a los vecinos, pero cuando escucharon el toque de queda que señalaba el fin de la bacanal se desbocaron y agredieron a sus guardianes, que no pudieron controlar la estampida. Moraleja para uso de ediles de festejos: un botellón se sabe cuándo empieza, pero nunca cuándo termina, no se pueden poner puertas al campo ni horarios al esparcimiento alcohólico juvenil.

Moraleja para ediles: un 'botellón' se sabe cuándo empieza, pero nunca cuándo termina

La ley antibotellón prohíbe consumir alcohol en la vía pública, "salvo en eventos regulados" como las fiestas patronales. En fechas tan señaladas los botelloneros, sin distinción de edad, pueden exhibir sus fenomenales curdas en público, emborracharse forma parte, la mejor parte, de la tradición festera. Alcohol hasta que el cuerpo aguante y si aguanta lo suficiente un bonito encierro taurino de amanecida en el que consumir el exceso de adrenalina acumulado y tal vez recibir una cornada que disiparía radicalmente los efluvios de la borrachera. Los menores no pueden consumir alcohol ni correr los encierros. Dos prohibiciones irresistibles para los adolescentes, empeñados por prescripción genética a la transgresión y al desafío a la autoridad. Dime qué me prohíbes y te diré lo que voy a hacer. Algunos de los jóvenes implicados en La batalla de Pozuelo declararon a los medios de comunicación que se lanzaron a la vorágine porque después de la clausura del botellón "ya no tenían nada que hacer".

El alcalde de Pozuelo, Gonzalo Aguado, como todos los alcaldes de todos los Pozuelos, exculpa a sus vecinos de toda participación en los altercados, según sus palabras: "Los disturbios los dirigió un grupo de energúmenos de fuera del municipio". Se basa Aguado en que, de los 20 detenidos por la policía, sólo dos residen en la localidad. Los "energúmenos" son de los pueblos limítrofes, herederos del síndrome de Villarriba y Villabajo, siempre dispuestos a fastidiarse mutuamente a mayor gloria de su pueblo de origen. Los "energúmenos" también venían de Madrid, macrocapital del botellón, y entre ellos podrían haberse colado agitadores profesionales a sueldo de oscuros intereses, dispuestos a aguarle las fiestas a Aguado y a los "pacíficos" habitantes de este próspero pueblo de la Comunidad de Madrid que vota ordenadamente al PP (ahí está la madre del cordero). Sobre la batalla campal, sus motivos y sus consecuencias, se está especulando mucho y casi todo mal, comenzando por las declaraciones del alcalde pozuelense: sobre la minoritaria implicación (dos detenidos de 20) de los jóvenes locales, podría aducirse que ni son todos los que están, ni están todos los que son, pues es sabido que los policías en este tipo de concentraciones suelen detener a los que menos corren por estar más ebrios. A los presuntos y fantasmales agitadores profesionales habría que echarles un galgo; se supone que para dirigir estratégicamente las evoluciones de la manada y conducirla a sus siniestros objetivos, los provocadores, que suelen estar en buena forma, se mantienen sobrios y atentos.

No hubo "energúmenos" directores en la estampida como sostiene el alcalde; tampoco se trata de un estricto problema de orden público, como ha dicho la ministra de Sanidad, y de serlo no es un problema que pueda atajarse con más policías y más represión. Hasta ahora la mayor parte de los intentos de sustituir los botellones por actividades de ocio y deporte gratuitas financiadas por las instituciones han sido patéticos, ni las canchas de baloncesto ni los torneos de parchís, aunque sea online, han convocado precisamente el entusiasmo de los jóvenes. El sociólogo Javier Elzo daba ayer en estas páginas algunas claves sobre la manera de enfrentar el conflicto, la primera: enseñar a los adolescentes a beber alcohol sin esperar a los 18 años. En esta tarea seguro que pueden ayudarles sus papás.

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