domingo, 18 de marzo de 2007

Domingo 18 de marzo de 2007

El País

Fallas 2007
Valencia se rinde ante los excesos falleros
DIEGO BARCALA - Valencia - 18/03/2007

Ajetreo, multitud, follón y desborde. Las noches falleras expresan nítidamente el incremento anual del descontrol reinante entre cientos de miles de personas que disfrutan la fiesta. Las calles convertidas en un inmenso botellón callejero que ocupa cada rincón de la ciudad. Esta edición de las Fallas será recordada por el año en el que los vecinos alzaron la voz contra los abusos falleros.

Con los seis contenedores quemados el viernes ya suman 40 desde que empezó el preludio de las fiestas

El consumo de alcohol se multiplica y la imprudencia en el lanzamiento de peligrosos petardos también

La cocaína forma parte del cóctel en la oscuridad del antiguo cauce del río Turia

El olor del amanecer se tiñe de orín en los portales. Los desperdicios en las calles parecen los restos de una batalla campal

Sin embargo, el reglamento de la fiesta es tan vago que las comisiones tienen difícil violarlo. Prácticamente todo vale.

La presión de los vecinos sufridores sobre la arbitrariedad del comportamiento fallero ha tenido mínimos efectos sobre la responsabilidad. Sólo el apagón escrupuloso de la música a las cuatro de la mañana expresa algo de contención. El ruido protagoniza a todas horas la vida diaria de aquellos que cuenten con una falla bajo su hogar. Sin embargo, son los cientos de miles de visitantes que invaden Valencia los que convierten las noches en una marea ruidosa constante.

Cada dos manzanas un escenario con música, cada año, más potente. Los técnicos contratados por una pequeña falla junto a la avenida de Menéndez Pelayo ajustaban el jueves el sonido del tradicional chunda chunda. "Tenemos tiempo, hasta la una esto no se llena", señala uno de ellos. A las dos de la mañana, atravesar el pelotón humano frente al escenario puede llegar a costar media hora. Una mezcla entre presentador y showman invita a bailar a las falleras desde las tablas mientras David Bisbal hace temblar los cristales de los comercios. El reglamento nada dice de decibelios. A las cuatro acaba el espectáculo. Su público sigue ahí dos horas más.

El olor del amanecer se tiñe de orín en los portales. Los desperdicios, sobre todo botellas, repartidos por las calzadas y aceras parecen los restos de una batalla campal. Los servicios de limpieza de la ciudad apenas llegan a retirar un pequeño porcentaje de las toneladas de basura generada. Algunos contenedores están sepultados bajo las bolsas de basura.

La excepcionalidad de las Fallas permite beber alcohol en la calle. La ley de botellón lo permite. Pero no la venta de bebidas alcohólicas a partir de las diez de la noche en las tiendas. No hay problema. Los comercios incumplen la ley hasta que lleguen los agentes. "Me ha dicho mi jefe que, hasta que llegue la policía, venda todas las botellas que pueda", explica a las 11 de la noche una dependienta de un supermercado. Si la policía obliga a cerrar, tampoco hay problema. La venta ambulante de cerveza es accesible en cualquier sitio.

El centro neurálgico del jaleo nocturno son las verbenas instaladas por las comisiones falleras. La licencia de ocupación de vía pública es aprovechada por algunas fallas para hacer negocio. Siete euros la consumición en la situada en la plaza de Cánovas del Castillo. Los cuatro metros de barra -sólo está permitida esa longitud- estaban abarrotados. Agentes antidisturbios acudieron a desmontar unas barras de la falla de Polo y Peilorón por excederse en la longitud de los mostradores.

En cualquier plaza de la ciudad, las escenas se repiten. Cientos de jóvenes formando grupos alrededor de botellas y vasos de plástico que acaban tirados. El consumo de alcohol se multiplica y la imprudencia en el lanzamiento de peligrosos petardos también. Una serpentina de luces hace saltar a cientos de personas para evitar las quemaduras. El lanzador se parte de risa. La policía local contempla seria la escena. No actúan. Los borrachos, como se llaman ese tipo de petardos, siguen haciendo saltar a la multitud.

Los borrachos no son los únicos ejemplos de mezcla de fuego, noche e imprudencia. La quema de todo tipo de objetos se ha convertido en el deporte más practicado. Los coches y los contenedores arden por toda la ciudad. En la noche del viernes se quemaron cinco vehículos. Se unen a la decena que han ardido en toda la semana. Los recipientes de basura son el objetivo prioritario de los pirómanos. Con los seis quemados el viernes ya suman 40 desde que empezó el preludio de las fiestas hace una semana.

Los jóvenes noctámbulos encuentran en Valencia estos días el parque temático de las copas. La diversión está asegurada para los amantes de la música alta, el baile y el exceso. Pero muchos malinterpretan las virtudes de la fiesta. La cocaína forma parte del cóctel en la oscuridad del antiguo cauce del río Turia.


Vecinos de Sueca-Azorín se rebelan contra los abusos
L. GARRIDO - Valencia - 18/03/2007

Vecinos de la falla Sueca-Literato Azorín anunciaron ayer su intención de negar expresamente el permiso para que el cableado que acompaña a la instalación lumínica de la comisión utilice sus fachadas. En una reunión celebrada el viernes, decenas de vecinos acordaron dejar constancia por escrito y en la forma que la ley establezca de su negativa a colaborar con el mantenimiento de una instalación que supone un riesgo, según ellos, y provoca un ruido superior al permitido. Los vecinos recordaron que las fincas son propiedad privada y sobre ellas no hay institución alguna que pueda obligarles a instalar nada. Pero además, explicaron ayer a través de un comunicado, que basta la negativa de un vecino de la comunidad de propietarios para que esa licencia no escrita que hasta ahora se había aplicado no pueda repetirse. El mismo comunicado recoge una apreciación inicial de los apoyos en favor de impedir la instalación luminosa y la cifran en 30 portales que dirán no.

Esos mismos vecinos se proponen recurrir a los tribunales para que en 2008 la falla no cometa excesos ni en la iluminación, ni en el ruido.

Mediterráneo

VILA-REAL/ LAS ENTIDADES VECINALES COINCIDEN EN QUE LA MÁXIMA COLABORACIÓN SERÁ GARANTÍA DE FUTURO
Las AAVV piden una ordenanza cívica con un amplio consenso
Apuntan la necesidad de que participen colectivos sociales y políticos. Muestran poca confianza en la utilidad del Consell de Participació
18/03/2007 JOSEP CARDA

Amplio consenso es lo que solicitan las asociaciones de vecinos de Vila-real, a la hora de dar luz verde a la ordenanza de convivencia ciudadana que ha preparado el equipo de gobierno y que ahora estudian los colectivos integrantes del Consell de Participació Ciutadana.

Los presidentes de las entidades vecinales consultadas por Mediterráneo han coincidido en apuntar la necesidad de que la participación "no solo de las asociaciones de vecinos sino también de muchos otros colectivos ciudadanos" es de vital importancia para conseguir una normativa "duradera", según indica José María Santiago, de la Cenia.

Por su parte, Antonio Gómez, del barrio del Hospital, opina que es algo "lo suficientemente importante como para que se dedique el tiempo necesario al debate previo a su aprobación".

Rafael Muñoz, de la Unión, considera que este tipo de ordenanzas "requieren de un consenso general, tanto social como político, para que tengan garantías de futuro". Opinión que coincide con la mostrada por Carmina Marcilla, del Progreso. "Si cuenta con el mayor consenso posible, será una normativa que aportará un valor añadido a la sociedad", dijo la presidenta.

Pero, los directivos vecinales se muestran "poco confiados" en la utilidad del Consell. "Si las decisiones que se toman, después en el pleno no salen adelante, es una pérdida de tiempo", dice Ángel Marcilla, de la AAVV Pilar.


Las Provincias

Las fallas llevan siglo y medio creciendo entre tensiones por sus excesos
Desde 1886, en que el Ayuntamiento paró la fiesta a base de impuestos, hasta nuestros días, la fiesta popular ha crecido sin parar Las quejas y tensiones de una parte de los vecinos y del Ayuntamiento han sido continuas en la larga historia de las fallas.
Desde 1886, en que el Ayuntamiento paró la fiesta a base de impuestos, hasta nuestros días, la fiesta popular ha crecido sin parar Las quejas y tensiones de una parte de los vecinos y del Ayuntamiento han sido continuas en la larga historia de las fallas
F. P. PUCHE/

Quejas por su erotismo, por la acidez de sus escenas contra las autoridades y por su osadía contra los religiosos; quejas por el bullicio y el ruido, por su magnitud y por la cantidad de calles que cortan… Las fallas son una fiesta singular, excepcional en su concepto y forma de expresión, que lleva al menos siglo y medio creciendo sin parar a través de controversias y polémicas de toda clase. Pero si los intentos municipales por cohibirlas fracasaron ya en el siglo XIX, las quejas de una parte de los vecinos no ha hecho más que estimularlas.

En el año 1896, Valencia no plantó fallas. Estábamos en guerra, morían los soldados en Cuba y el ambiente de tensión generado por Blasco Ibáñez contra la guerra era tan intenso que se prohibieron las fallas mientras las tropas patrullaban en las calles. Pero diez años antes, en 1886, tampoco había habido fallas y las causas habían sido muy otras: el Ayuntamiento, harto de excesos falleros, de transgresiones a la moral y al buen gusto, elevó de 30 a sesenta pesetas el impuesto que cobraba por plantar fallas.

El alcalde de la época tuvo que recular y las fallas acabaron triunfando. Con el estímulo de las publicaciones satíricas y populares, el humor de barrio salió triunfante del acoso municipal y de otro factor que viene estando presente desde hace siglo y medio, que es la queja de los vecinos a los que no les gusta la jarana. Uno de los grabados clásicos de la fiesta nos muestra, a finales del siglo XIX, la prevención y rechazo de unos vecinos de la buena burguesía, ya mayores, que parecen alejarse, huir, de una falla de barrio rodeada de gente del pueblo.

Es un modelo convencional de representar unas tensiones eternas. Las fallas, como expresión callejera y popular, han crecido contra la corriente. Y en ese camino, siempre construido a base de excesos –de transgresiones de lo establecido—han encontrado su justificación esencial.

LAS PROVINCIAS siempre ha estado atenta al relato de esas tensiones y ha procurado, pese a las dificultades, ser fiel de la balanza entre la necesaria diversión popular y el sentido común de la vida y el descanso de todos. No ha sido una tarea fácil; por el contrario, el periódico, en su independencia de criterio, ha sido frecuente que tropezara con la incomprensión de los falleros, los contrarios a la fiesta y el Ayuntamiento. Pero no hay que ir al siglo XIX para ver ejemplos de lo que anotamos: hace medio siglo, en 1956, LAS PROVINCIAS se quejó amargamente porque la Cabalgata del Ninot era excesiva, se prolongaba hasta las dos de la madrugada y se hacía imposible llegar a tiempo a la redacción para contársela a los lectores.

Hace cincuenta años, hay otros ejemplos llamativos. En la Ofrenda de 1957, LAS PROVINCIAS hizo un cálculo de las personas que habían desfilado en el festejo, determinó que habían sido 10.000 y estableció que un acto que ocupaba ¡tres horas! de la mañana del 19 de marzo era un exceso que se debía contener. Lo más granado de la redacción de aquél tiempo estaba muy de acuerdo en que era preciso hacer algo con urgencia: y se llegó a sugerir un desfile solamente femenino e incluso el uso de plataformas rodantes donde las falleras pudieran ser transportadas, en contingentes, sin necesidad de caminar… La idea, aunque pueda parecerlo, no era ninguna locura: las comisiones falleras llegan hoy en autobuses climatizados a los puntos de concentración de las dos rutas establecidas. Y la Ofrenda, todos lo sabemos, ocupa unas veinte horas, distribuidas en dos jornadas.

Reflexiones, ideas nuevas, críticas, debates y protestas, acompañan la fiesta desde que en los años sesenta crecieron de forma desmesurada. Las quejas por el ruido, la ocupación y corte de calles, las verbenas, los estragos de las motos y quienes disparan petardos, por los puestos de churros y por la invasión de vendedores ambulantes, son constantes en los últimos cuarenta años.

La Voz de Galicia

OPINIÓN - LÍNEA ABIERTA
LORENZO MARTÍN-RETORTILLO BAQUER , PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE PROFESORES DE DERECHO ADMINISTRATIVO
El ruido por fin hace ruido

¿QUIÉN lo diría? Todo el mundo sabía que España era un país muy ruidoso menos, al parecer, los que tenían que saberlo. Sufrimientos inconmensurables de tantas personas, llamadas, avisos, reclamaciones, denuncias, artículos en la prensa, comentarios en tertulias, y nada oían, sin embargo, las autoridades responsables del ruido: aquéllas a quienes el Estado encomienda defender el sosiego ciudadano y les da los medios para ello. Rectifico, no todas, pues sí hubo esforzados que algo hicieron y consiguieron; sí se elaboraron ordenanzas, sí se declararon zonas saturadas, pero esto fue excepcional y, sobre todo, salvo casos muy contados, no se impidió que el ruido urbano, por tomar una muestra de entre las varias posibles, ese ruido evitable e inútil de nuestras ciudades y pueblos, campara a sus anchas, a cualquier hora del día o de la noche, causando enormes sacrificios y molestias. La democracia no es como el rayo, un fenómeno súbito, sino que sólo se adquiere tras muchos empeños con esfuerzos enormes y con tiempo. Y han abundado los regidores municipales con escasa sensibilidad democrática que, incumpliendo la ley, sacrificaban a los pacíficos vecinos en su cotidiano acaecer, prefiriendo los fulgores y el oropel del esplendor económico de una muy consistente industria del ocio, amparándose en la resbaladiza apariencia de no presentarse como represores, de que no los tildaran de poco modernos, acaso simplemente por no complicarse la vida, o acudiendo a planteamientos peregrinos, del orden de, «si nos ponemos duros con los locales de aquí, se irán a los del pueblo de al lado».

Hay que añadir que junto al clamor de los ciudadanos afectados, desde hace unos veinte años iban siendo insistentes las voces de los juristas manifestándose en la literatura especializada y ofreciendo argumentos de Derecho contra los desmanes del ruido. ¡Pero nadie hay más sordo que el que no quiere oír! Apenas reacción, al menos a simple vista.

De pronto, el panorama ha cambiado radicalmente: no es que la contaminación acústica haya desaparecido pero, al menos, ahora el ruido se oye: el ruido hace ruido. Se sabe lo que pasa, y todo el mundo habla de ello preocupado. Es patético en la España actual que, con demasiada frecuencia, no funcionen los resortes normales, los límites y contenciones naturales, la prudencia en el ejercicio de la autoridad, y para que las cosas marchen bien haya que llegar hasta el límite de tener que pedir justicia a los tribunales. Es, incluso, un síntoma de fracaso de nuestra sociedad el que, en ocasiones, no quede más remedio que llegar hasta la vía penal. Pero no hay mal que cien años dure: el tesón y la constancia de unos cuantos esforzados han propiciado que las cosas comiencen a cambiar.



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